sábado, 25 de junio de 2016

LA MALDICION DE LOS ZÍNGAROS. CAP 3

Cap.3

Cuando el capitán Marvin Rendfield despertó, casi de inmediato pudo comprobar que sólo tenía un ojo en la cara. El médico de a bordo estaba a su lado observándolo de manera preocupada.

_ ¿ Cúanto tiempo llevo aquí? - preguntó con sobresalto -¿ Sigue la tormenta?

_ Hace dos días que duermes - le respondió el doctor - lamentablemente has perdido el ojo.

_Sí, apenas puedo recordar ese segundo fatal en la cubierta, fue un dolor intenso.

_La tempestad hace dos días que nos tiene a la deriva, estamos en problemas. Tardaremos mucho mas de la cuenta en llegar a Barbados.

_¿ Y la muchacha zíngara?-preguntó - he tenido pesadillas con ella... y que apenas recuerdo.

_ Ella insiste que lo que esta aconteciendo a bordo del Blue Storm es un maleficio, una espacie de conjuro maligno, que ella está maldita y arrastrará a toda la tripulación a la muerte.

_ Yo no creo tales cosas, pero hablaré con ella.

_ Debes hacerlo, la tripulación ha comenzado a mostrar inquietud ante su presencia a bordo. Saben de las cosas que afirma...Sienten temor de ella. Creo que están pensando en arrojarla al mar ellos mismos.

_Maldición, solo esto nos faltaba. Ve a traerla.

Cuando Yelena entró al camarote del capitán, éste no pudo dejar de admirarla. Era tan hermosa y él recordaba que en el sopor del sueño la había visto...había sentido su presencia sutil, pero también y de manera extraña, había despertado en él una gran inquietud...ella de alguna manera incomprensible se había introducido en sus sueños...¿ o pesadillas?

_ Te he cuidado mucho en estos días - le dijo ella tímidamente, en un lenguaje que él apenas pudo entender - Tu debes pagarme dejándome en tierra firme, lo antes posible.

_ Es verdad -afirmó el doctor - ha estado pendiente de tí todo el tiempo y el holandés le ha enseñado algunas palabras de nuestro idioma.

_ Tienes que dejar de hablar de maldiciones, muchacha - le dijo Marvin - o mis hombres te arrojarán por la borda.

_ Ni tú ni nadie puede escapar de una maldición zíngara. Y yo estoy maldita y a través de mí, mientras me quede aquí, tu barco estará maldito también.

_ No puedes afirmar todas estas cosas como si nada. Estamos en alta mar, atravezamos un huracán, el océano está colmado de supersticiones, si sigues hablando como una bruja no vivirás mucho.

_ No subestime a los zíngaros capitán.

Pasaron navegando dos días más entre la tormenta interminable. La tripulación del Blue Storm se sentía abatida y cansada. Marvin y Yelena continuaban la disputa sobre la maldición, pero él le había prometido dejarla en el puerto de Barbados. Esa noche parecía que la tan ansiada calma había vuelto al Blue Storm. Las nubes se habían abierto, dejando al descubierto una enigmática luna llena cuyo reflejo parecía danzar entre las olas. El viento soplaba fresco, las blancas velas de la embarcación se incharon y pareció volar sobre las resplandecientes aguas bañadas de luna.
Tiempo de recuperar el terreno perdido. Barbados los esperaba.
Marvin comenzó a pensar en el momento de la despedida. Qué pena que esa bella muchacha tuviera esas creencias tan espantosas. Estaba junto a ella apoyado en la baranda sin poder dejar de mirarla. En ese momento parecieron olvidar todo lo malo acontecido. Estaban muy cerca. Una pequeña ráfaga de viento empujó a Yelena, que osciló involuntariamente hacia él. Ella pensó que sus labios se encontrarían y se unirían. Pensó que él le susurraría palabras que no quería decir, y ella respondería con sus sentidos arremolinados. Pensó que en un momento temblaría contra el pecho de él, con todas sus defensas desaparecidas. Ella pensaba y él de repente dejo de pensar y la besó apasionadamente. Instantes después el sonido de algo al romperse. De repente las velas del palo mayor se desprendieron y comenzaron a volar como banderas. Las sogas parecían látigos y los gritos de la tripulación dominaron el silencio de la noche.

La presión ejercida en las ataduras del mástil hacía que las sogas se tensaran al extremo.
Marvin corrió en dirección al palo mayor, logró tomar una de las cuerdas sueltas e intento amarrarla al grueso trinquete.
Pero las correas estaban resfaladizas. Un violento tirón de la cuerda y la muñeca de su mano izquierda quedó aprisionada accidentalmente entre el cordel y el frió caño. Un segundo después, ya no tenia mano.

(Continuará)

No hay comentarios:

Publicar un comentario