sábado, 25 de junio de 2016

LA MALDICION DE LOS ZÍNGAROS. CAP 1

Cap. 1

El joven capitán Marvin Rendfield apenas conseguía mantener a flote al Blue Storm en medio de de las ráfagas despiadadas y las olas embravecidas del huracán Calipso. El mar Caribe se había convertido en un torbellino negro, apenas visible por los relámpagos que se desaprendían del cielo colmado de retumbos. La brújula enloqueCida había quedado inutilizada por el violento vaivén de las olas que, descontroladas, se introducían sin permiso hasta las bodegas del Bergantín. Las velas arriadas y los mástiles elevados como lanzas hacia el cielo relampagueante crujían de manera lastimosa. La tormenta llevaba un par de horas abatiéndose en esas latitudes poniendo en zozobra a la tripulación del Blue Storm que no se daba por vencida.
Con las primeras luces del alba, la tempestad amainó un tanto su furia y el capitán Rendfield y la tripulación se tomaron un respiro. El grito del vigía rompió la aparente calma en el Blue Storm.


_¡ Barco a estribor !


A escasos cien metros la figura de una embarcación se dibujó en la superficie del encrespado mar, como una oscura aparición.


_ ¡Parece un barco pirata, capitán y aparenta tener problemas!
¡ Está a punto de naufragar!


Efectivamente, la embarcación yacía a oscuras, las velas desgarradas y a la deriva. Presa del huracán había comenzado a hundirse lentamente, en medio del viento y la marejada que lo iba tragando en sus oscuras fauces. El capitán ordenó bajar uno de los botes salvavidas y tratar de llegar hasta el barco pirata para tratar de socorrer a alguna persona que hubiese quedado atrapada en la embarcación siniestrada. No fue tarea fácil para los hombres acercarse hasta la zona del naufragio, debido a las ráfagas del viento que los arrastraba en una especie de remolino.


Finalmente lograron aproximarse y hacer señales de luces y llamados por altavoces al navío averiado.


No obstante nadie respondió ni dio señales de vida a bordo. Dos miembros de la tripulación del Blue Storm lograron abordar el barco ya semi hundido. La sorpresa de los hombres fue mayor al observar que, prisionera con un fuerte cordel, una bella muchacha yacía atada al mástil principal del navío, semi inconciente y balbuceando incoherencias. Rápidamente la desataron y la llevaron al bote salvavidas, cuando ya la enorme embarcación sucumbía hacia el fondo del mar entre el ruido estrepitoso de maderos y el aullar rujiente del vendaval. Mientras en el rojizo horizonte un sol escarlata asomaba entre un cúmulo de nubes oscuras y fantasmales.


(Continuará)

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