sábado, 25 de junio de 2016

ALBA Y ALEXANDRA


Esta historia me la contó mi abuela Alba. Ocurrió en 1950. Ella era descendiente de españoles y nunca la pudo olvidar. Me contaba que tenía siete años, y vivían en un suburbio de Madrid. Apenas unos pocos años después de la segunda guerra mundial. Europa estaba aun en ruinas. Me narraba que un día estaba ella jugando en la callejuela frente de su casa, cuando una niña rubia se le acercó.
Tenía un vestido blanco, como de fiesta muy bonito, pero se veía amarillento y sucio. La niña le preguntó a mi abuela Alba si podía jugar con ella, y era una niña tan bonita y dulce, que aunque mi abuela nunca antes la había visto, como todos los niños, con sus código, ni siquiera le hizo falta responder, porque de pronto estaban las dos muy ensimismadas en sus juegos. Se quedaban juntas durante horas, hasta que la madre de mi abuela que era modista y se llamaba Lola la instaba a entrar en la casa. Varios días transcurrieron. A la media tarde siempre llegaba esa niña rubia a jugar en la callejuela con mi abuela. ... Alba siempre le contaba a su madre de esa hermosa niña, hasta que un día Lola decidió abandonar sus costuras un momento y salir a conocer a la compañerita de juegos de su hija. La vio con su vestidito blanco y amarillento, llevaba sus zapatitos sucios , su carita entierrada y su pelo desaliñado. Pensó que tal ves era hija de algún hombre que huyó de la miseria de la guerra, por lo tanto buscó en los cajones ropa de su hija, y con paciencia se dispuso a cocerle un nuevo vestido. Un día la invito a entrar en la casa, le preguntó su nombre y la pequeña le respondió Alexandra. Le dio un baño con mucha ternura, le puso la ropa que había cosido para ella y mientras unas zapatillas que habían pertenecido a su hija Alba, recién aseadas se secaban al sol, le ofreció una suculenta merienda, que la niña devoró con placer.
Lavó sus ropitas y las secó con la plancha, las puso en un bolso y se lo entregó a la pequeña Alexandra cuando decidió marcharse.
Transcurrieron unos días, y la madre noto que la niña retornaba cada día al callejón de la misma manera en que la vio por primera ves, con su vestido amarillento y sus zapatos viejos. Pensó que tal vez sus padres se molestaban por lo que ella le daba por caridad, por lo que dejo de darle vestidos y zapatillas. Hasta que de un día para otro esa niña nunca más regresó. Mi abuela Alba me contaba que pasaba mucho tiempo en las tardes esperado a su pequeña amiga Alexandra. Pero todo fue en vano. Nunca volvió a verla. Su madre se paseó por el pueblo averiguando entre los vecinos, si existía alguna niña con las características y el nombre de la pequeña Alexandra, pero todos le respondían que jamás vieron una niña de la edad y los rasgos de la amiguita de su hija y que nunca vieron arribar al pueblo una familia que pudiera ser relacionada con la pequeña rubia. Al cabo de un año, la misma niña rubia, con su vestido amarillento y la cara sucia golpeo la puerta de la casa de Alba. Le dio un beso en la mejilla, y salió corriendo por la calle diciendo adiós con su manita, y esa fue la última vez que Alba la pudo ver.
En el mundo de hoy flotan teorías de universos paralelos, los entes fantasmales se estudian en las universidades, los fenómenos poltergeist y el poder de la mente desafían a la ciencia.
¿Tal vez sea alguna de estas manifestaciones paranormales las que se puedan aplicar a esta historia de una niña que apareció de la nada y desapareció tal como llegó una tarde?
¿Tú qué opinas?

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