miércoles, 29 de junio de 2016

EL AVISO


Con las ultimas luces de la tarde mi hermano gemelo y yo arribábamos después de un largo viaje a la mansión de nuestro abuelo. Hacia mucho tiempo que lo no lo veíamos, mas precisamente desde que nos enviaran a Londres a completar la secundaria. Sabíamos de su grave estado de salud y que por esa causa nos encontrábamos de regreso. Pese al esmerado cuidado de su médico de cabecera, su estado era sumamente delicado y ante el inminente desenlace la familia había enviado por nosotros, para que estuviéramos en el momento que dejara el mundo de los vivos y nos despidiéramos de él. Al girar un recodo del sinuoso camino la figura de la imponente mansión se apareció de repente ante nuestros ojos envuelta como en una especie de halo misterioso y fantasmal. Puedo jurar que nos invadió una sensación de estremecimiento simultáneo en la piel al contemplarla. Después de los saludos de rigor, de las presentaciones y de compartir un par de horas con nuestro abuelo que por suerte aun pudo reconocernos, nos aprestamos a la tarea de acomodar nuestros equipajes en una de las habitaciones que nos fue asignada. Deambular por los corredores de la increíble mansión nos tenía de lo más excitados.El tiempo se nos paso volando y luego de la cena nos retiramos a nuestro cuarto a descansar. La enorme habitación y su antiguo moblaje se nos antojó salida de un cuento de espíritus o de brujas. Pasada la medianoche nos despertó la voz de alguien que parecía encontrase detrás de los ventanales. Nos levantamos presos de la curiosidad y apartamos el pesado cortinaje. A la luz de la luna menguante pudimos divisar la figura de una mujer, vestida con una especie de rara túnica, con el pelo rojo semioculto por una manta y el rostro pálido, cadavérico, las cuencas vacías emitiendo dos puntos de luz y unos labios desencajados que nos susurraba en un sonido gutural, como jamás habíamos antes escuchado: "Una araña...una araña...una araña"...Y a continuación, con un lamento estertoroso, más gemido que aliento, desapareció entre los setos que bordeaban la mansión perdiéndose en las sombras de la noche.




Estábamos tan asustados que se nos pusieron los pelos de punta. Superado el primer instante de inmovilidad, corrimos a la habitación de nuestros padres y los despertamos, contándoles lo que nos había pasado. Tratando de mantener la calma ellos nos explicaron que, en la región existía una mujer a la que llamaban La Banshee, una especie de hada maligna que venía a las ventanas de las casas a advertir de la muerte de algún familiar. Demás esta decir que nadie pudo dormir el resto de la noche, porque los sonidos que invadían el silencio nocturno, como lúgubres lamentos y susurros se extendieron hasta el alba. Las extrañas palabras balbuceadas por el espectro aun retumbaban en nuestras mentes...
En la mañana todos los habitantes de la mansión nos encontramos en la mesa del desayuno arrastrando unas violáceas y pesadas ojeras. En el enorme salón solo retumbaban los comentarios sobre lo vivido apenas unas horas antes. Todos estábamos convencidos de que si ese espíritu de la Banshee había golpeado en los ventanales y proferido sus largos lamentos, era porque las horas de nuestro abuelo estaban ya agotadas. Ninguno de los presentes pudo describir en los siguientes minutos sobre cómo se sucedieron los hechos. Una especie de extraña vibración, un sonido proveniente desde lo más profundo de la tierra pareció surgir e invadir el espacio de la sala. Un eco sordo, lejano, una sensación de pesadez en el cuerpo...el balanceo de las tenues luces colgando desde el cielo raso de la estancia... como en un pendular hipnóptico las gigantescas arañas meciéndose enigmáticas...un crujido...y la muerte anunciada acababa de llegar...En un instante fatal el cuerpo de mi hermano, como una visión fatídica yacía atrapado bajo el pesado ornamento de metal semejante a un enorme arácnido que se descolgó del techo.



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